Entrevista al presidente de ASOCHAMP
Entrevista realizada por Noticias de La Rioja y se puede leer íntegramente en la sección Rural del mes de abril.
Francisco Tomás Sáenz, presidente de ASOCHAMP
Los productores de hongos cultivados, segundo sector agrario más importante de La Rioja, encaran el futuro con inquietud por los bajos márgenes de beneficio, el cambio en la demanda en favor del producto fresco y las normativas sobre plásticos y fitosanitarios.
Alguien acuñó el término de oro blanco para referirse al champiñón y en La Rioja el apelativo no es desmesurado, si atendemos a la relevancia económica y social que tiene la producción de hongos cultivados, el segundo sector agrario en importancia económica en la región, solo por detrás del vino. Todo ello sin dejar de lado el valor gastronómico y nutricional de champiñones y setas, que están fuera de toda duda. Pero siguiendo con el simil, no es oro todo lo que reluce. A pesar de su importante contribución al PIB y el empleo regional, hay ‘nubarrones’ que crean inquietud en un sector que produce al año unos 75 millones de kilos de champiñón y del orden de 8 millones de kilos de setas, que da empleo, de forma directa e indirecta, a más de 3.000 personas y que fija población rural.
Expuestas las fortalezas del sector, el presidente de la Asociación Profesional de Productores de Sustratos y Hongos de La Rioja, Navarra y Aragón (ASOCHAMP), Francisco Tomás Sáenz, explica los motivos de la incertidumbre que ronda entre los cultivadores.
«El sector atraviesa por momentos difíciles y parece que se avecinan más problemas aún», comenta Sáenz, que se refiere, en primer lugar, al problema de los escasos márgenes de beneficio que tienen los empresarios, dado que los precios llevan mucho tiempo sin variar prácticamente, mientras que los costes laborales y de producción han experimentado un encarecimiento muy notable.
«Estamos prácticamente con los mismos precios que hace doce o catorce años y los cotes son mucho mayores», señala el presidente de ASOCHAMP, que detalla que el gasóleo o la electricidad que se utiliza en el proceso de producción en las champiñoneras se han disparado en ese período, como también han subido los costes laborales, algo que tiene enorme repercusión en un sector que depende en gran medida de la mano de obra.
Una mano de obra, por cierto, que se traduce en más de 3.000 puestos de trabajo directos e indirectos en el ámbito de los asociados de ASOCHAMP, que se extiende por La Rioja, Navarra y Aragón, aunque el grueso del cultivo se concentra en la comunidad riojana. Un liderazgo que se extiende al ámbito nacional, como mayor zona de producción de todo el país.
El único competidor de entidad en el contexto español son los productores castellano-manchegos, concentrados en las provincias de Cuenca y Albacete, con una capacidad que puede rondar el 45% de la producción nacional, por debajo del 55% del mercado que se cubre con el producto riojano.
Pese a esa posición de dominio, el cambio que se está produciendo en los gustos de los consumidores en favor del producto fresco a costa del destinado a conserva, favorece a Castilla La-Mancha, donde la producción de champiñón fresco está creciendo y supera a la que va a la industria conservera. En La Rioja, esa distribución es a la inversa. Sobre una cifra de producción total de champiñón estimada en unas 75.000 toneladas anuales, aproximadamente 55.000 toneladas van destinadas a envasado en conserva, y las 20.000 restantes para la venta en fresco. En el caso de las setas, la mayor parte de las 8.000 toneladas que cultivan los socios de ASOCHAMP se comercializan en fresco, dado que ese tipo de hongos no es viable para destino a fábrica.
Francisco Tomás Sáenz reflexiona sobre la conveniencia de que los cultivadores riojanos deberían reorientar su estrategia y apostar en mayor medida por el producto fresco, que es el que crece en el mercado en detrimento de la conserva, pero esa reconversión tiene sus problemas «El cultivo en fresco requiere grandes inversiones y el sector está como está», comenta el presidente de ASOCHAMP.
Esas inversiones empezarían por plantas de fabricación del compost necesario para el cultivo del tipo fase 3, de las que solo hay una en La Rioja, y que resultaría insuficiente para atender toda la demanda. Construir una planta de compost fase 3 cuesta unos 15 millones de euros. Eso habría que añadirle dotar a las champiñoneras de tecnología de climatización y control de parámetros como el CO2 o la humedad. Y muchos de los productores tienen una edad en la que no ven clara una inversión tan alta ante las incertidumbres del futuro.
Otro problema añadido son las nuevas exigencia medioambientales. En el proceso de producción se utiliza gran cantidad de plástico para embolsar el compost en el que crece el champiñón. En las plantas de reciclaje se separa el plástico del sustrato que se recomposta y se vende a empresas especializadas en ese tipo de reciclado. Sin embargo, el plástico cada día tiene menor valor y a futuro no se descarta que su reciclaje pudiese, incluso, costarle dinero a los productores.
Sin dejar el ámbito medioambiental, otra preocupación que aqueja a los productores es la prohibición, antes de un año, del fungicida Sporgón, cuyo uso quedará prohibido a partir del 10 de enero de 2020, y que es de uso común entre los cultivadores para combatir a los hongos competidores malignos. El problema estriba en que por ahora no hay un sustituto que pueda utilizarse, dado que el limitado tamaño del sector de los hongos no lo hace atractivo al desarrollo de nuevos productos fitosanitarios por parte de la industria agroquímica. El presidente de ASOCHAMP estima que prescindir del tratamiento con Sporgón puede acarrear una merma del 15% en la producción, lo que a su vez conllevaría el cierre de muchas explotaciones.
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